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La vida cómo es


Un mensaje de texto de Carlos me ha despertado. Es extraño porque por lo general solo me escribe cuando quiere verme. Reviso el celular, el mensaje dice: “Habla maricón ¿unos tragos? Estoy en la ciudad”. La noticia me alegra bastante, hace casi dos años que no veo a mi mejor amigo y lo he extrañado. La última vez que supe de él todavía no podía asimilar su divorcio. Entusiasmado le respondo: “Desgraciado, vente en la tarde a mi casa y conversamos”.

Me levanté de la cama de buen humor y me metí a la ducha. En ese momento de íntima soledad y de raro silencio, me puse a pensar en él y en lo mucho que había sufrido después que su matrimonio se fuera lentamente por el drenaje tal como lo hacía el shampoo en ese momento.

Carlos siempre fue un buen tipo, pero siempre tuvo mala suerte en el amor, su primera novia lo dejó por un un sujeto que tenía fama de tener malas juntas, algunos decían que estaba metido con mafias del narcotráfico. Ella -imagino- se fue con el otro por su dinero. Hasta hoy no se sabe nada de ambos, y aunque mi amigo me jura que jamás se enamoró de ella, vi la decepción en sus ojos cuando me lo contó. 

Su segunda aventura romántica fue una de las más dolorosas. Se enamoró perdidamente de una mujer posesiva que poco a poco fue destruyendo su buena relación con sus padres. La mamá de 'Carloncho' no la podía ver ni en pintura. Afortunadamente y antes de que cometa una locura, mi brother abrió los ojos y cortó con ella.

Mientras voy secándome el cabello recuerdo que por ese entonces Carlos ya conocía a Irene, mi prima. Yo mismo los presenté la noche que ambos nos fuimos de juerga a una discoteca de San Miguel. Carlos apenas conocía la ciudad y quise regalarle un "tour" que jamás olvidaría. Y fue así, esa misma noche el desgraciado ya estaba besuqueándose con ella.

Al principio me molesté con él, pero luego entendí que después de todo no estaba del todo mal. Ambos se entendían muy bien, de hecho todo iba tan rápido, como si se conocieran de toda la vida, y pensé: Quién mejor que Irene para quitarle a Carlos el mal sabor de boca que le dejó su anterior relación.

Después de perderles por un buen tiempo el rastro, nos volvimos a juntar en el año nuevo del 2008. Las cosas marchaban bien entre Irene y Carlos. El loco me contó que estaban ahorrando para comprarse una camioneta, tenían casi dos años conviviendo y hasta había planes de boda.

Se casaron en julio del año siguiente. La boda fue como siempre lo había soñado mi amigo: algo íntimo, solo asistieron su familia y mejores amigos. Yo fui testigo y parte de toda la parafernalia que armó para su matrimonio.

Es la hora del refrigerio en la oficina, y mientras voy por un café y una tostada, recuerdo la vez que Carlos me contó por teléfono que meses después de la boda Irene había cambiado de trabajo. Le habían ofrecido un cargo importante en la clínica donde apenas entró haciendo prácticas. Su amistad con el director del hospital le dio ventaja para ascender muy rápido, pronto comenzó a ganar incluso más que Carlos. Entre patas me contó que eso lo avergonzaba un poco. De pronto dejó reclamarle a su mujer cuando llegaba tarde a casa.

Un día Carlos se fue de viaje a documentar la Semana Santa en provincias. Retornó a casa un jueves, eran las cinco de la mañana, esperaba encontrar dormida a su esposa, pero no había nadie en la habitación. Entró a la cocina y vio que había un montón de platos en el fregadero sin lavar, parecía que tenían días allí. Al rato llegó Irene. Carlos se sorprendió al verla cambiada y con lágrimas en los ojos. Se abrazaron y se sentaron en la sala a conversar. Ella le dijo que se iba ir de la casa porque sentía que extrañaba a su mamá. Él jamás lo entendió, su explicación no era lógica, luego ella le dijo que se había dado cuenta de que la relación no estaba marchando bien y que ya no podían seguir viviendo juntos.

Meses después de su separación, yo me enteré que Irene se fue del país a un "viaje de negocios" con el director de la clínica donde trabajaba. Más tarde supe que mi prima tenía un romance con su jefe, incluso llegaron a tener un hijo, pero esa historia no se la he contado aún a mi mejor amigo, quizás algún día lo haga, pero esta tarde no. Esta tarde quiero saber qué ha sido de su vida, cómo le fue con la flaquita con la que estaba saliendo, lo noté muy entusiasmado la última vez que hablé con él por teléfono hace casi dos meses.

Ha llegado la hora de volver a vernos. Antes de volver a casa he comprado cervezas y muchos nachos, será una tarde de harto Play Station, fútbol y chelas con mi mejor amigo. El timbre suena y veo a Carlos, se le ve bien, un poco más delgado pero bien. Hacemos nuestro tradicional saludo y lo invito a pasar.

Mientras jugábamos él me dice: "¿Te pueden romper el corazón dos veces en una sola noche?". 

Me dejó consternado su pregunta, me distraje pensando y Carlos me metió un gol en el Fifa, y para refregármelo en la cara pasó todas las repeticiones sin interrumpirlas.

- No, no te pueden romper el corazón dos veces en una noche, porque para eso tendrías que estar enamorado de dos personas al mismo tiempo y eso bien sabes que es imposible”, le dije.

- ¿Te acuerdas de Susan, la flaquita del trabajo con la que estuve saliendo?, pregunta Carlos.
- Sí, ¿Qué pasó, ya no salen? - pregunté yo.
- ¿Te acuerdas que me decías que me mandara, que estaba pasando demasiado tiempo?
- Sí, ¿lo hiciste? 

El árbitro pita el final de nuestro primer partido en el Fifa, Carlos me ha ganado 1 a 0 y pido revancha, mientras él destapada una cerveza más.

- Sí lo hice, le dije que estaba enamorado de ella y se puso a llorar. 
¿Qué y eso por qué?
- No lo sé. Yo pienso  que no era un buen momento después de todo - respondió mi amigo con voz triste.

- ¿Se alejó? - pregunté.
- No. Al contrario, después de eso seguimos saliendo. Conversamos mucho. Bueno, hasta ayer.
- ¿Y qué pasó?
- Volvió con su ex novio - respondió Carlos dejándome frío otra vez.  

Mi amigo tenía el corazón destrozado, apenas pude entender la frase “volvió con su novio” porque tenía la voz quebrada, tenía ganas de abrazarlo, de reconfortarlo, pero había algo en sus ojos que me alertaba que no tenía que hacerlo.

- ¿Qué sabes de Irene? - me preguntó sorpresivamente como si supiera algo.
- Nada. Es mi prima pero no sé nada de ella ¿Tú sabes algo? - me hice al huevón.

- Ese día que Susan me contó que había vuelto con su ex novio, quise salir de casa, a perderme por algún bar de la ciudad. Tomé el primer taxi con rumbo desconocido y terminé por el puente San Pedro, y la vi. Vi a Irene, estaba con un sujeto. No llegué a distinguir bien quién era, pero con ellos había un pequeño de unos 2 o 3 años - me decía Carlos mirándome fijamente a los ojos.

- Henry ¿Tú lo sabías no? - me preguntó con una seriedad desconcertante.

- Sí hermano. Lo siento mucho. El pequeño se llama Matías, tiene 2 años y medio. Estabas mal en ese entonces, no quise decirte nada hasta esperar el momento adecuado.

- Henry han pasado dos años. Ese niño tiene más edad del tiempo que Irene y yo llevamos separados - me reclama Carlos con lágrimas en los ojos. La verdad es que no lo había advertido antes. 

- Perdóname hermano.

El silencio se hizo perpetuo. De sus ojos caían años de ignorancia, de triste decepción.

- La vida cómo es. No pensé que en una sola noche me romperían el corazón dos veces, pero la segunda no fue Irene, fue mi mejor amigo. 

- Lo siento Carlos.


FIN

por Carlos Cruz Barrera domingo, 09 de Febrero de 2014

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